Una forma de liberarnos y desestresarnos es a través de la escritura. De niña tuve muchos diarios pero después de un tiempo los dejaba. Al principio, me emocionaba escribir todo lo que pasaba pero luego perdía el interés y terminaban en el olvido. Ahora los leo y me sorprendo de los tesoros que encuentro.
La escritura siempre ha sido una terapia que permite reencontrarme conmigo misma. Un hábito que tenía muy olvidado.
Hace unos meses, como buena amante del pasado, retomé aquellos diarios llenos de pensamientos y garabatos que solo entiendo y, después de pensarlo, decidí volver a escribir. No será un diario como en mis primeros años pero si se convertirá en un espacio para compartir lo que no puedo decir en voz alta.
Por esta razón desde el 29 de agosto de este año empecé a plasmar mis ideas. No tenía un cuaderno así que construí una pequeña agenda con hojas de cuadernos viejos, que decoré con papel rosado. Para hacerlo más personal, recorté algunos cartones estampados que tenía y al final le apliqué un poco de escarcha gris. La agenda reciclada me agradó, aunque tengo poca paciencia con las manualidades.
Mis primeras palabras empezaron a tomar forma. No sabía cuál iba a ser el objetivo de mi cuaderno y después de unos días escribía frases que se me venían a la cabeza como alguna situación del día, un mensaje que escuché de alguien, la letra de una canción, en fin, cualquier idea que me identifique y sea acorde con el día.
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Algunos días escribía de afán, otros no encontraba el lapicero y cambiaba la pluma negra por el marcador azul. Y como en las primeras hojas de cada cuaderno que tengo, empecé con letras bonitas, y luego letras rápidas y afanadas.
Ayer, 22 de octubre, terminé mi primer cuadernito y les puedo decir que se siente bien. Lo leí todo y la sensación es de satisfacción y realización, como cuando terminas una tarea que habías planeado.
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Y a seguir escribiendo :)
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