Una piscina natural, arena, árboles y montañas hacen parte del paisaje de la Laguna de Tota, un paraiso que queda en Boyacá, Colombia, y al que tuve la oportunidad de visitar en Semana Santa.
Si viajas desde Bogotá, tienes que tomar un bus en la autopista de la 170 hasta un pueblo que se llama Sogamoso, que es de más o menos cinco horas de la capital; y de ahí un bus que te lleve hasta Playa Blanca, trayecto que dura hora y media.
Inicialmente, había pensando en quedarme en un hostal, pero escuché muy buenos comentarios de acampar en la zona. Tienes el lago cerca, puedes hacer fogatas y sentir la naturaleza. Decidí entonces llevar unos enlatados, mi sleeping bag, una botella de vino, una carpa y música, cómo olvidarla.
Desde el momento que llegas, sientes conexión con la naturaleza y te olvidas del mundo exterior. Un buen acierto no llevar mi celular. Desconectarse es la mejor opción, 2 días de caminatas, fotografías y mucha tranquilidad.
El primer día, alistamos todo en la carpa. No soy la más experta, pero no teníamos cómo sujetar la carpa y vi unos ganchos, que supongo que había dejado un grupo, lo cual nos ayudó para que el viento no se llevara nuestras cosas a la mitad de la noche.
En la tarde, exploramos el lugar e intenté probar mi nueva cámara. Algunas un poco borrosas y otras fotografías milagrosamente acertadas.
Uno de los planes que no puede faltar en la Tota es caminar por la orilla de la laguna. Hacía un frío horrible pero fue alivio para mis pies, para mi alma.
Llegó la noche y no pude tomar una foto decente. Le pedí ayuda a un amigo porque quería escribir Eli pero esto fue lo único que se acercó a dicha letra, una especie de flor, en medio de la oscuridad.
Teníamos tanto frio y habíamos comprado los implementos para armar nuestra fogata que al final nos "pegamos" a la de otro grupo; tomamos vino, comimos, charlamos y nos calentamos un rato porque el frío en Playa Blanca es tenaz. El tiempo se pasaba muy lento. Sentí que había hecho muchas cosas en un solo día y eso que apenas eran las nueve de la noche.
En el segundo y último día del paseo, nos tomamos un delicioso chocolate, contemplanos la vista y vimos cuan grande es Dios, sus maravillas y el privilegio de vivir en un país donde podemos ver diversos paisajes, montañas, frio, lagos, árboles y magia en un solo lugar.
Recogimos la carpa y, antes de irnos, decidimos caminar por las montañas. Descubrimos otros lugares para acampar mucho más bonitos y más cerca de la Laguna. Si quieren acampar, les sugiero que revisen antes el lugar, porque nosotros pagamos $15.000 pesos colombianos, $5.000 cada uno,
-porque eramos tres personas- para acampar, pero supongo que en otras zonas es gratuito.
Después de varios intentos, logré mi foto favorita del viaje. Un cielo despejado y unas montañas que parecen retazos de tonos verdes y tierra, una casa blanca con azul al fondo y árboles.
A eso de las 2:00 pm almorzamos trucha, plan obligado en la Laguna de Tota. Pedí trucha al ajillo, aunque la especialidad es trucha arco iris. El plato estuvo delicioso, no le tomé una foto pero si a la fachada del restaurante, la cual me pareció hermosa.
Se acercaba la hora de partir, caminamos un poco más, antes de tomar el bus que nos llevara a Sogamoso para volver a la caotica Bogotá.
Cierro esta ruta mágica con dos fotos que muestran parte de la Laguna. Fue un viaje maravilloso y me hubiera gustado quedarme uno o dos días más, en otra ocasión será :)
3 comentarios:
Muy bonita la penúltima foto, un paisaje hermoso!
Eli allá crecio mi mama en toda su infancia y tenía un escondite especial cuando la castigaban, se escondía entre el monte este año fui y voy a hacer una publicación también
Tengo ganas de perderme un fin de semana por allá, ¿cuándo armamos plan? ;)
Publicar un comentario